La mujer que plantó cara a Coubertin

Alice Milliat fue una luchadora consiguiendo la participación femenina en los Juegos Olímpicos

Alice Milliat (1884-1957) fue una adelantada a su tiempo, una de las grandes pioneras del deporte femenino y la verdadera impulsora de la entrada de las mujeres en los Juegos Olímpicos muy a pesar de su creador Pierre de Coubertin, con el que mantuvo un enconado pulso.

Educada en el seno de una familia de clase media, Alice se formó para ser maestra y en 1904 se casó con Joseph Milliat trasladándose a vivir a Londres. Desde pequeña se aficionó a varios deportes, pero durante su estancia londinense, atraída por su exigencia fisica, se decanto por el remo. Apenas cuatro años después enviudó sin descendencia.

En esta etapa viajó a Estados Unidos y varios países europeos demostrando unas grandes dotes como políglota ya que llego a expresarse en siete idiomas. Unos viajes que le proporcionaron un bagaje de conocimientos, lo que junto a su facilidad para hablar varios idiomas, resultó fundamental para erigirse en la verdadera líder de la reivindicación del derecho de la mujer a practicar el deporte y competir en los Juegos Olímpicos. No se volvió a casar y dedicó toda su energía a la causa.

En 1912 pasó a formar parte del Club Féminas de Paris y en apenas tres años se convirtió en su presidenta. El sacrificado papel de la mujer en la I Guerra Mundial avaló su tesis que si era apta para duras tareas en las fábricas mientras los hombres combatían a muerte en el frente,también estaban capacitadas para competir deportivamente y no entendía la oposición del CIO a que participaran en los Juegos Olímpicos.

En 1915 organizó en Paris la primera reunión atlética femenina e impulso y paso a presidir la Federación Francesa de Sociedades Deportivas Femeninas.

Ante la cerrajón del CIO y la IAAF a admitir el atletismo femenino, gracias los contactos adquiridos, Milliat lanzo un órdago convocando en 1921 una reunión internacional de deporte femenino en Montecarlo que reunió a cinco países. Fruto de este encuentro se activo la Federación Internacional de Deporte Femenino (FSISF).

Al año siguiente organizó en Paris los I Juegos Olímpicos femeninos con la intención de celebrarlos cada cuatro años. El objetivo perseguido era doble, forzar al CIO a abrir los JJOO a las mujeres y presionar a la IAAF para que reconociera seriamente el atletismo femenino.

Tras las exitosa II edición celebrada en 1926 en Goteborg, preocupado por la posibilidad que se consolidaran paralelamente unos Juegos Femeninos, el CIO ofreció a través de la IAAF incluir cuatro pruebas atléticas en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 28 y pidió a cambio que no se usase el término Olímpico. Milliat accedió y la competición internacional femenina pasó a denominarse Women World Games.

Con motivo de las pruebas atléticas femeninas en Amsterdam 1928, la propia Milliat figuro adjunta al jurado de las pruebas, pero la tibieza del CIO y su decisión de eliminar del programa para los siguientes Juegos la prueba de los 800m femeninos por considerarla demasiado dura para las mujeres, motivaron que Milliat no diera su brazo a torcer.

Así se celebro una tercera edición de los Juegos Mundiales Femeninos en Praga (1930) y aún una cuarta en Londres (1934), que confirmaron su creciente capacidad de convocatoria. En los despachos siguió la pugna entre CIO, IAAF y FSFI que llego incluso con la amenaza de romper todo lazo y de convocar unos Juegos Olímpicos Femeninos con programa deportivo propio, sin embargo el congreso de la IAAF de 1936 en Berlín decidió asumir el control del atletismo femenino, reconociendo los récords establecidos bajo la gestión de la FSFI, y reconvertir los que deberían haber sido los quintos Juegos Mundiales Femeninos en Viena en 1938 en el primer Campeonato de Europa de Atletismo con pruebas femeninas.

Semanas después el presidente de la IAAF, Sigfrid Edström, envió una carta a Allice Milliat en la cual agradecía todo su dedicación y esfuerzo. Fue el principio de la desactivación de la FSFI hasta su teórica disolución en 1938.

Milliat cansada y enferma, bajó los brazos. No había ganado la guerra, pero sí una importante batalla que abrió un largo camino de la lenta pero progresiva incorporación de la mujer a los Juegos Olímpicos.

Tuvieron que sucederse varias décadas para que progresivamente la mujer fuera ganándose a pulso la igualdad de género que tomó un gran impulso a partir de la década de los ochenta, para alcanzarla prácticamente en el umbral del siglo XXI.

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