Foto Alfred Farré: Alex Muscat durante la edición de 2018 de la Christmas Race de Palamós.
Lo que son las cosas. Quién le iba a decir a la clase Finn que dispondría de otra vida. Y no estoy hablando de otra vida como en los videojuegos, aunque en la vida real estuviéramos dentro de uno de ellos. Me explico. El Finn fue el barco que descartó la World Sailing de cara al programa olímpico de París 2024, con lo que en teoría en el mes de agosto de este año perdía su status. Pero ahora ha dado un giro a su posición y tendrá un año más de vida después que los Juegos Olímpicos de Tokio se hayan pospuesto al verano de 2021 debido a la pandemia provocado por el coronavirus.
La clase Finn es la que más ha intentado por tierra, mar y aire por seguir dentro de los Juegos Olímpicos, pero sin éxito. Se trata de una clase histórica, la más antigua de las olímpicas –aunque también la que más ha evolucionado en cuanto a materiales y tecnología- y en la que las características físicas de sus regatistas –sobre el 1,90 de altura y más de 95 kilos de peso-, hace que estos deportistas no tengan prácticamente acceso a ninguna de las otras clases que competirán en París 2024.
Los regatistas españoles son de los que tienen que estar más contentos por la decisión de atrasar un año los Juegos Olímpicos. Por un lado porque tendrán, una vez pase esta crisis de la COVID-19, varios meses más para entrenar, y por otro, porque España aún no ha clasificado el país, con lo que podrán preparar mucho mejor la regata que resta de selección después de la cancelación de la World Cup Series de Génova prevista para finales de abril.
Esto quiere decir que Alex Muscat, Joan Cardona, Pablo Guitián o Víctor Gorostegui, por nombrar a los regatistas que en esta última olimpiada (período de cuatro años entre JJ.OO) han estado en la primera fila de la clase Finn en España, tendrán mayores posibilidades de clasificar al país en la regata que decid la World Sailing, e a la vez intentar cada uno de ellos conseguir la única plaza a título particular que queda libre.